sábado, 12 de febrero de 2011

ALGO DE NUESTRA HISTORIA...


CUNA DE LA CUECA BRAVA, ODA DE LOS BARRIOS BRAVOS, REFUGIO DE LAS ESPERANZAS, CIUDAD DE LOS SUEÑOS, AGITADA POESIA COTIDIANA, POSTAL DE UN PAIS CONTRADICTORIO Y GIGANTE, ESCENARIO DE LOS MAS IMPORTANTES HITOS DE UNA NACION, PASION CITADINA, URBANIDAD ETERNA...UN CLUB QUE SE HACE, MOLDEA Y PROYECTA EL GRITO ALEGRE Y BOHEMIO DE TODA UNA CIUDAD Y SUS HABITANTES....CELEBRANDO UN NUEVO AÑO, ADELANTE BOHEMIAS Y BOHEMIOS, SANTIAGO ES NUESTRO, MORNING NUESTRA ESTRELLA!

El preludio urbano de la Colonia en Chile, 1541-1552


La fundación de Santiago fue el primer hito importante en el proceso de colonización española de Chile, ya que la ciudad fue el punto de partida de las expediciones que iniciaron el reconocimiento y la ocupación de nuevos territorios. El 12 de febrero de 1541 Pedro de Valdivia escogió asentarse en el valle del río Mapocho, pues consideraba que la numerosa población indígena que allí habitaba, era demostración evidente del provecho agrícola de sus tierras. Para garantizar la provisión de agua y su protección, la villa fue levantada entre dos brazos del río, y al amparo del cerro Huelén, desde cuya cumbre se podía advertir cualquier movimiento hostil en un amplio perímetro.

La planta fue trazada en forma de damero, siguiendo el modelo tradicional del urbanismo hispano en América, comprendiendo ciento veintiséis manzanas regulares de ciento treinta y ocho varas de longitud, separadas por calles de doce varas de ancho. Al centro de la población se ubicó la plaza mayor, en cuyo contorno se edificó una capilla, algunas bodegas y las casas de los principales vecinos, para lo cual se recurrió a los materiales disponibles en el entorno, como madera, paja, piedras y barro.

Junto con el emplazamiento físico de la villa, los primeros colonos se organizaron políticamente en un Cabildo, institución española de origen medieval en la cual la comunidad confía la administración de la ciudad a los vecinos más importantes. Al inicio de la conquista y debido a la gran distancia de otros centros de poder y decisión, el Cabildo de Santiago asumió el gobierno de todo el territorio, con el objeto de enfrentar las dificultades políticas y militares que imponía la resistencia mapuche al avance de los conquistadores. Sin embargo, la designación de un gobernador por parte del rey de España relevó al ayuntamiento de sus responsabilidades ejecutivas y de planificación militar, depositándolas en este funcionario que, por residir en Santiago, otorgó a la ciudad la calidad de capital del reino.

Los primeros años del asentamiento fueron duros y esforzados. Las riquezas minerales eran escasas, los parajes cercanos no proporcionaban abundancia de alimentos y los indígenas se resistían tenazmente a someterse. El cacique Michimalonco atacó la ciudad de Santiago el 11 de septiembre de 1541, destruyendo el incipiente poblado y poniendo en peligro todo el proceso de ocupación hispana.

Sin embargo, transcurridos diez años de su fundación, Santiago logró consolidar su posición gracias a que la habilitación de un puerto en la bahía de Valparaíso le permitió recibir, con mayor frecuencia, refuerzos y provisiones desde el Perú, mientras que, como consecuencia del afianzamiento de la ocupación hispana en las cuencas de Aconcagua, Maipo y Cachapoal, el enfrentamiento con los indígenas se trasladó varios kilómetros hacia el sur. Estas condiciones permitieron a los santiaguinos disfrutar de mayor tranquilidad y disponer de más tiempo y recursos para invertir en el adelanto de la ciudad.

El rey de España reconoció estos progresos que posibilitaron el regular funcionamiento de las instituciones coloniales y concedió a Santiago el título de ciudad y un escudo de armas el 5 de abril de 1552.

El error urbanístico

"(Son un error) los programas de vivienda social desarrollados en la periferia sur y norte de la capital en los 80 y 90, que aunque estaban destinados a reducir el déficit habitacional, condenaron a miles de familias a vivir hacinadas en enormes guetos con consecuencias sociales de marginación que serán muy difíciles de revertir. Esto, por las estrechas condiciones económicas y magras características de diseño y especificaciones técnicas con que se desarrollaron, sumado a la carencia de inversión pública en espacio público, infraestructura de transportes, equipamiento y servicios. Afortunadamente, la inversión en programas como Quiero Mi Barrio, la extensión de los corredores de transportes, el Metro y autopistas, así como la creación de subcentros en torno a los malls han mitigado estos efectos".

La canción

"Fue en el Canto Nuevo donde más se acumularon canciones a Santiago. La urbe se presentó entonces con el gris-ambiente de la represión, y fue habitual el uso de metáforas climáticas para simbolizar la convivencia urbana con la dictadura. Hay ejemplos en el cancionero de Eduardo Peralta, Grupo Abril, Tita Parra, Elicura, Daniel Campos y, por supuesto, Santiago del Nuevo Extremo. Pero existió también un canto alejado del centro, donde hay composiciones que aún suenan muy vivas. Quizás la más conocida sea Un Largo Tour, de Sol y Lluvia. Pero A una Legua de La Victoria, de Raúl Acevedo, invita a nada menos que a 17 de las poblaciones más conocidas de Santiago a un canto libertario, con versos tan ingeniosos como "se me Hermida la conciencia libertaria / Se derrama por mi sangre un Pudahuel / Y Las Rejas que impusieron los milicos /van cayendo tras El Salto en mi deber".

El intendente

"Benjamín Vicuña Mackenna fue el gran intendente chileno durante la República. El polifacético personaje, retratado de manera brillante por Manuel Vicuña en Un Juez en los Infiernos, escribió tempranamente su historia personal en dos volúmenes, publicados poco antes de asumir como intendente, cargo que ejerció entre 1872 y 1875. Como afirma el historiador Armando de Ramón, "él impuso la idea, realizó el diagnóstico, calculó la inversión y se puso al frente de los trabajos que la reforma urbana requería hasta completar los aspectos más importantes". Modificó el plano de la ciudad -incluido el Camino de la Cintura, que es la avenida que hoy lleva su nombre-, estableció y amplió servicios, construyó plazas, propuso la canalización del Mapocho, promovió nuevas poblaciones, transformó el cerro Santa Lucía en un precioso lugar de paseo, aumentó el presupuesto escolar y un largo etcétera, que lo animó a presentarse como candidato presidencial en 1876, sin éxito político, pero habiendo dejado un legado de progreso en Santiago".

La película

"Borracho, derrotado, sin saber mucho cómo se llama, Nelson Villagra camina zigzagueante al amanecer por Bandera -la antigua calle Bandera, la de las piluchas y los bares bravos de entonces- en el plano final de Tres Tristes Tigres. En la banda sonora, la voz herida de Ramón Aguilera entona el bolero más fúnebre -un réquiem, en rigor- de la historia del cine chileno. Quizás ésa no sea la imagen más representativa de la capital en nuestro cine, pero creo que pocas veces la cámara capturó con tanta intensidad lo dura y lo ajena que puede llegar a ser una ciudad. Aunque en general el cine chileno no ha sido muy generoso con Santiago, hay que reconocer que en ciertos pasajes de Se Arrienda (Fuguet) y de La Buena Vida (Wood) la ciudad fue algo más que un telón de fondo.

La novela

"Santiago no ha inspirado una única novela que la contenga en toda su inmensidad. El mapa literario de la capital está parcelado entre varios libros. Joaquín Edwards Bello compuso los mejores retratos de un Santiago no del todo extinto. Novelas como El Roto o La Chica del Crillón ofrecen una panorámica de la ciudad reconocible hasta hoy. Lo mismo, pero en plan rufianesco, podría decirse de El Río, de Alfredo Gómez Morel. Y en cuanto a ciudad sísmica, está la excelente Idola, de Germán Marín. Pero nuestra capital, me temo, es sólo un telón de fondo en la gran mayoría de las novelas que transcurren por sus calles. La ciudad cierta está reflejada en los libros de memorias o de crónicas (Orrego Luco, Balmaceda Valdés, Puelma, Merino)".

El crimen

"La ciudad registra crímenes tan espeluznantes como insólitos. El más recordado sucedió en el barrio de la Chimba, actual Bellavista. ¿Cómo olvidar al Monstruo de Dardignac 81? Benjamín Haebig era un hombre de 1.98 de estatura y apariencia elegante, con una vida tan azarosa como aventurera: se contaba que había sido el doble de Boris Karloff en Hollywood. En enero de 1961 llama a la policía y a la prensa para anunciar que en el patio de su casa había descubierto un cementerio indígena. Con teatralidad, muestra unos cacharros, un yatagán y otros objetos antiguos. Pero un cinturón, orificios de bala en dos cráneos y una lupa de anticuario, echan por tierra el plan de un crimen que quiso ser perfecto. Haebig termina confesando que en 1957 había asesinado con certeros balazos al anticuario Valencia Chacana y a su mozo Milo Montenegro".

La leyenda urbana

Hans Pozo podría ser nuestra leyenda urbana más feroz y más sórdida. En 2006 lo mataron y lo descuartizaron. Pozo se prostituía y era adicto a la pasta base. Su asesino era un funcionario municipal que se suicidó cuando la policía llegó a buscarlo. Todo era triste, precario y terrible. La gente puso animitas donde aparecieron sus manos, sus piernas, su cabeza. Estaban hechas con desechos: agua bendita en botellas de vainilla, imágenes religiosas desechadas, latas de zinc oxidadas. Sólo una demostraba algo de cuidado: el muro de un paso bajo nivel donde se le pedían favores al muchacho muerto como si fuera un santo, como si ahí hubiera un milagro. Las velas encendidas demostraban que, a veces, esas plegarias eran atendidas. Aquella animita era el límite donde terminaba Santiago: una marca de sangre que indicaba donde la ciudad desaparecía, licuándose para dejar de devorar el paisaje".

El personaje más popular

"La novela Criollos en París, de Joaquín Edwards Bello, arranca cuando los viajeros locales se registran en un modesto hotel de la ciudad luz. La hotelera escribe sus nombres y dónde debía poner la procedencia de los pasajeros anota: 'Santiago du Chili, Brésil'. Con su educación europea, su mirada cosmopolita, su escepticismo exacerbado y sus borbotones de ironía, Edwards Bello trazó el carácter de una ciudad que no se decidía a serlo por completo. En sus columnas y en sus novelas fue el espejo de la identidad conflictiva y frustrada desde la violenta pobreza de los barrios bajos de El Roto hasta los salones coquetos de La Chica del Crillón. Porteño de nacimiento, dandy afrancesado en su juventud, santiaguino por esas cosas del destino. Edwards Bello hizo del descontento un arte y de Santiago un personaje".

La belleza femenina

"Elsa Faúndez comenzó a desfilar como modelo en una tienda del centro de Santiago. En los años 70 se fue a París y encandiló a Yves Saint Laurent, con quien trabajó durante ocho años. Sus rasgos eran típicos de la mujer de clase media baja de Santiago. Era morena y tenía los ojos achinados. Eso para los europeos era muy exótico. No sabían si era japonesa, china o italiana. Fue la primera vez que una belleza chilena triunfaba allá. Era una de nosotros, muy del pueblo, buena para el garabato. Pero cuando subía a la pasarela era una reina. Cuando dejó el modelaje, trabajó como asesora de Saint Laurent. Ahora vive en Argentina y sigue tan buenamoza como entonces".

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